Desde hace unas semanas estoy preparando los contenidos
para desarrollar en unas jornadas sobre redes sociales y educación, en las que
participaré cuando finalice el verano. Me estoy interesando en el ámbito de la
identidad digital de los alumnos (especialmente de FP, aunque también de
secundaria e incluso de niveles universitarios), y estoy encontrando graves
carencias en la construcción de esta identidad entre los adolescentes, quienes
habitualmente no la cuidan y publican en la red sin prestar demasiada atención.
Estas carencias, muy probablemente van a generar problemas futuros a la hora de
acceder al mundo laboral, pues recordemos que en la actualidad la mayoría de los reclutadores hace una búsqueda por internet previa a cualquier proceso de selección.
Y sobre esto girará mi ponencia en las jornadas: tengo claro
que es imprescindible que los alumnos interioricen ciertos
procedimientos y normas de uso de redes sociales para evitar en un futuro
problemas de posicionamiento on line. Controlando lo que publican y siendo
conscientes de los riesgos que corren, optimizarán el uso de las redes y
mejorarán su visibilidad.
Pero frente a estas carencias, nos encontramos con un montón
de usuarios de internet que, en su afán por presentarse diferentes al resto,
muestran (auto)biografías un tanto inverosímiles, y se (auto)atribuyen
competencias que seguramente son inventadas. Surge entonces lo que se llama el
“síndrome cupcake”: con lo buena que está (¡y siempre lo ha estado!) una
magdalena de las de toda la vida, de esas del horno de cuando eras niño, últimamente nos han convencido de que ese producto ya no es válido y se
ha reinventado con siropes de colores imposibles y cremas fosforescentes que,
sinceramente, convierten la magdalena del horno tradicional en un pastel
empalagoso y dulzón del que te cansas enseguida.
Muchas veces te topas con internautas que se muestran como
líderes de pensamiento, gurús de cualquier disciplina desconocida hasta ese
momento, coach –imprescindible
autodenominarse coach para estar in- que prometen ser capaces de mejorar tu vida
con poco esfuerzo. Todas estas virtudes personales, en ocasiones, no son más
que fuegos de artificio y en el fondo no se sustentan en una formación previa
adecuada. Porque nos han repetido hasta la saciedad la importancia de
comportarse de forma disruptiva, de destacar siendo diferente al resto
asegurando que el éxito profesional iba a llegar así. Y es verdad que el
desarrollo personal y la ventana que ofrece internet, permiten marcar
estrategias genuinas. Pero siendo únicamente genuino, en dos días te quedarás
en nada. Está muy bien ser original pero no a costa de perder la esencia de las
capacidades que puedas ofrecer, no a costa de perder tu dignidad (como cuando
le pones “cremas fosforescentes” a las pobres magdalenas). Por lo tanto, parece
aconsejable mostrarse genuino pero siendo sincero en las capacidades que te
atribuyes, y siempre con la mayor profesionalidad.
Palabra de coach.
Imagen de cabecera: "Clever cupcakes Valentine's day flavours" de Clever Cupcakes CC-BY-NC-ND
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