Estoy colaborando con Cáritas de Elche gestionando un
proyecto de e-learning que culminará (espero que en breve) con la puesta en
marcha de una plataforma de formación y un catálogo de cursos on line dirigidos
tanto a trabajadores y voluntarios de la organización como a usuarios. Cuando
me acerco a la sede de Cáritas compruebo la importante labor de integración que
hacen sus profesionales con las personas con las que trabajan.
A menudo me pregunto qué habrá podido
llevar a cada una de esas personas con las que me cruzo a quedar excluidos de
la sociedad. Y después de trabajar un tiempo allí, estoy dándome cuenta de que
la pobreza no es, ni mucho menos, el único factor de exclusión. Adicciones de
todo tipo, desempleo, enfermedades mentales o de cualquier otro tipo y un
largo etcétera de motivos pueden llevar a las personas a quedar fuera del
sistema, con todos los problemas que ello conlleva. De hecho, los factores de exclusión van
cambiando con el tiempo y hoy se empiezan a tomar en consideración algunos que
antes no existían. Muchos de esos factores (yo diría que la mayoría, por no
decir todos), pueden ser atajados por una educación adecuada, y ahí los
docentes tenemos mucho que aportar. ¿De qué manera?
Hoy en día en la docencia no
nos centramos tanto en los contenidos como en las competencias que queremos
que adquiera nuestro alumnado. Hoy podemos tener acceso a (prácticamente)
cualquier contenido, pero lo importante es saber (y enseñar) qué hacer con
ellos y no ya memorizarlos. Saber qué hacer con esos contenidos es básico para
los actuales paradigmas en pedagogía. De hecho hay una
serie de competencias consideradas como clave que (como define la propia
ley) es lo que debe haber adquirido un alumno o alumna durante la educación
obligatoria. En realidad esta no es una buena definición de competencia clave,
pues he visto a compañeros renunciar a trabajar estas competencias en etapas postobligatorias, como la FP,
argumentando que la ley no les obliga. Yo, sin embargo pienso que las
competencias clave que no dejan de ser necesarias después de la ESO y no hay
que ser muy sagaz para ver que, en muchos casos, nuestros alumnos tienen
carencias en esos aspectos. Pero más allá de cuando trabajarlas (y cuando dejar
de hacerlo), ¿qué es una competencia clave? La Unión Europea las define como
“aquéllas que todas las personas precisan para su realización y desarrollo
personales, así como para la ciudadanía activa, la inclusión social y el
empleo”. Quiere eso decir que, alguien que no
las adquiera no va a poder desarrollarse personalmente e incluso van a
correr el riesgo de quedar excluido. Dicho de otra manera: si conseguimos que
nuestros alumnos y alumnas dispongan de unas buenas competencias clave, se desarrollarán plenamente como personas y
se evitará así - en gran parte-la exclusión social.
Recordemos que una de estas competencias
clave es la
competencia digital. ¿Y qué competencias digitales tienen (algunos de)
nuestros alumnos? Muchos de ellos presentan muchas carencias en este ámbito. Es
verdad que ante el fácil acceso a dispositivos, se suelen manejar con cierta
agilidad en algunas aplicaciones. Pero a parte del uso ocioso de sus móviles,
muchos de nuestros alumnos no saben qué hacer con ellos. Ya sabemos que
pertenecer a la generación de lo que algunos llaman “nativos digitales” no es
garantía de hacer un uso adecuado de las tecnologías. Y si tenemos en cuenta de
que el mal uso de las TIC va a ser (y de hecho ya lo es) un factor de exclusión
social, debemos tomarnos muy en serio el desarrollo de las competencias
digitales. Eduquemos, por tanto al alumnado en estas competencias para evitar la brecha digital que les pueda privar de oportunidades.
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